viernes, 27 de junio de 2008

El duelo

El círculo ardiente caía lentamente refugiandose del manto siniestro de la noche detrás de las altas montañas que nos rodeaban; el viento árido en mi cara embarraba las gotas del sudor frió que resbalaban por la piel de mis cienes. Solos el coloso y yo en la arena improvisada por la naturaleza debatíamos con la mirada quien seria quien se quedase con la gloria y vida del otro. Sus grandes brazos gozaban de tanta rudeza como poderío, y sus piernas se mantenían firmemente adheridas al suelo. Al ver su cara noté que su fortaleza no nacía de sus extremidades, no, sino de sus adentros, sus ojos rojos como el acero hirviente con el que se había forjado mi espada demostraban un silencioso asesino que, lenta y sutilmente, desgarraba mas en mi mente que en mi cuerpo.
El miedo atormentaba mis sentidos, mi mirada se nublaba no dejándome ver con claridad mi objetivo. La gota fría en mi espalda rebanaba mi carne como el filo de una daga ponzoñosa, recordándome aquel veneno que paralizaba mis movimientos.
Girando sobre mi espalda y usando mi cadera como punto de apollo logré esquivar un azote que por centímetros no lograse desparramar por la tierra algo mas que mis ideas. Fue justo en ese momento que, con la bestia rugiendo sobre mi cabeza desconcertada después de fallar aquel brutal golpe, saltase contra su puño para aferrarme a él en el momento en que esta volvía a reincorporarse. La bestia parecía confundida y me buscaba en la arena, no parecía haberse percatado de mi cuerpo sujeto a su carne. Con una fuerza desproporcionál para mi contextura comencé a escalar por su mano hasta el ante brazo, ayudándome por sus gigantescas armaduras para lograr hacerme de una base sólida y lograr nuevos impulsos con mis piernas ya cansadas por la travesía. Cuando estaba por llegar a su codo sentí un silencio en el segundo que moría y noté sus inmensas pupilas viéndome allí, colgando de su brazo como un insecto. No caven palabras para describir el vértigo que sentí cuando este comenzó a agitarse desesperadamente para soltarme al vació. El seco aire del desierto se cortaría por un bruto pero torpe bofetón de su mano libre que, por suerte, terminó dando en su propio brazo ya que, con un rápido movimiento de piernas giré sobre su cuero para quedar sujeto de manos, con mis piernas colgadas al vació, de sus oscuros pelos. Por el fuerte impacto y los bruscos movimientos que hice fue que, allí colgado, pude ver como mi escudo caía de mi espalda hacia el vació -Adiós a mi protección-. Mi espada todavía seguía durmiendo en la funda que colgaba de mi cintura. Seguí escalando por la criatura hasta que por fin en sus hombros la bestia se percató que no era una mancha mas en el suelo o su brazo, sino que todavía seguía fuerte en mi pelea -y cada vez mas serca de su cabeza-. Otra vez los revoleos y los fuertes golpes pasaron serca de llevarse mi vida, solo que ahora tuve que deslizarme por su espalda para evadirlos -Cerca pero no tanto-. A diferencia de antes, ahora los golpes seguían, y la bestia no dejaba de menearse desesperadamente para expulsarme por el cielo. Trepé por su columna, sujetándome fuertemente de los pelos que envolvían todo su cuerpo hasta llegar a la cúspide su cabeza, por fin saldría a la luz mi espada, una gladius diseñada por Octavarium, un gran artesano de mi antigua Percan. Arrodillado en su cabeza levanté mi arma por encima de mi cabeza sujetándola con ambas manos, podía tocar los cielos desde esa altura, tome una fuerte bocanada de aire y por fin exparcí mi furia sobre su cráneo, la hoja, fuerte y afilada, se engarzó a su cabeza bañándome en su sangre negra como la mugre. La bestia chillo con un fuerte y estruendoso rugido que ensordeció mis oídos y, desesperada de ira comenzó a golpear su cabeza para estamparme a su cráneo, nuevamente me deslicé de espaldas por su columna evadiendo los lentos golpes, claro que mi espada, aun clavada, penetró unos cuantos centímetros más después que la bestia aportara una fuerte presión con sus torpes manotasos. La sangre brotaba a borbotones por la herida mientras las fauces de la bestia se despedazaban por sus doloridos alaridos histéricos, logré subir de nuevo, quité mi espada y atiné a dar fin a esta paranoia, solo que cuando el silencio de la muerte se aproximaba, me distrajo un extraño humo que me hiso toser, levanté la mirada, clavé mis ojos en el vació que tenia delante y noté que no había paisaje, ya no había cielo y mis piernas estaban relajadas, mis heridas ya no estaban, mi cuerpo ya no sentía dolor alguno y de mis ojos brotaba una lágrima... solo entonces fue cuando recordé que no había estacado por fin su cráneo, ni deslizado de espaldas por la suya para evadir un fuerte golpe, tampoco había subido por su brazo, ni mucho menos llegado a su cabeza... de hecho, ni siquiera había trepado a su mano... sino que jamas superé mi miedo para enfrentarlo, ni siquiera para salir a buscarlo... Allí en frente lo tenia al viejo trovador de Percan narrando una historia, una leyenda fabulosa, llena de horrores y gloriosas batallas, en mi mano envolvía un chop de cerveza que se calentaba mientras yo fabulaba con un coloso.



"A veces en la vida hay que saber luchar no sólo sin miedo, sino también sin esperanza... pero ante todo luchar..."



Imagen: "Shadow of the colossus" de fellcoda
[http://fellcoda.deviantart.com/art/shadow-of-the-colossus-50112840]

1 comentario:

Anónimo dijo...

JUANCEEEEEE! AK PASANDO NENE!!!

BUEN BLOG!! JAJ...YA VA A HACER MAS O MENOS UN AÑO Y PICO QUE TAMS CHATEANDO CON ALGUNAS INTERUPCIONES JAJAJ!!!


BESOTE LINDO!

QUE ESTES DE 10

*GiSe*